Los maestros Zen siempre han llamado al intento de llegar a lo verdadero, el camino sin camino, porque ocurre instantáneamente, se revela de inmediato y eso es la iluminación.
Agregan, que no es posible desear la iluminación, simplemente se manifiesta porque ya está en nosotros. Muchos dejan de desear los bienes terrenales y comienzan a desear los bienes celestiales, pero estos deseos son aún más peligrosos, porque siguen siendo deseos iguales que los materiales y entonces también ellos los esclaviza.
El Zen cree en la iluminación repentina porque cree que sólo se requiere una determinada situación para despertarla y es como un relámpago, de pronto tomamos conciencia de la verdad, que ya estaba en nosotros, olvidada.
Los santos siguen el camino de la perfección dice, pero ese camino es inútil, porque Dios no es nada que se pueda alcanzar por medio del perfeccionamiento sino que es Alguien que ya está en nosotros. Tan sólo se requiere lograr algo de conciencia, de conciencia de sí.
La iluminación se alcanza en un instante porque ya estamos iluminados pero lo hemos olvidado y necesitamos recordarlo.
La función del maestro Zen consiste en recordárnoslo, no en señalarnos un camino sino en brindarnos un recuerdo, tampoco nos aporta carácter o virtud, sino sólo conciencia e inteligencia para ayudarnos a despertar.
La filosofía Zen no cree en el karma. El karma no existe, no se trata de deshacernos de los karmas, porque son sueños y una vez que nos despertamos de un sueño, bueno o malo, todo se termina.