Cuando el hombre comienza su camino en la evolución el sendero que debemos recorrer es desconocido e inexpugnable.
Todos podemos optar para que esta ruta sea lo más llevadera posible, pero algunos de nosotros debemos experimentar pruebas más pesadas para aprender a ser mejores personas.
Como desconocemos el camino que debemos escoger, no sabemos hacia venimos ni para dónde vamos, cuestionamos aquellas pruebas que nos parecen injustas y envidiamos aquellas que nos parecen livianas.
Al estar dentro de una de esas pruebas, no reconocemos cual es la lección de vida que ésta nos va a deparar y sólo queremos que finalice para no experimentar sufrimiento alguno.
Al dar la vista atrás y vislumbrar esas heridas que dejaron esos dolores en el alma, cual cicatrices de guerra, comprometiendo plenamente nuestro espíritu y cuerpo, la mente se llena de regocijo y orgullo, al pensar en el término de lo que parecía jamás terminar y comenzar una nueva etapa, dejando un brote de amor y una luz de esperanza, de alcanzar el encuentro divino del alma con la plenitud del Ser.
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